SABOR A MADERA
Un bandoneón con orejas claveteadas, brilla en la oscuridad. En el bodegón de San Telmo todos bailan tango mejilla a mejilla. Abrazo apretado y sensual, en oración y silencio. La orquesta típica suena a cadencia antigua.
Flecos de canutillos en continuo movimiento se zarandean en los puños del intérprete y le dan visos de actualidad a pesar del rancio sabor a madera, que acompaña a los pies pegados al suelo. El arrugado instrumento irradia su extraña melodía, caricia y alarido. Parece esconder historias y promesas incumplidas..
Los ojos se fijan en esa imagen de luto. Aretes de latón que brillan en la oscuridad, pendiendo de sus blancas orejas. Baila sola, con los ojos cerrados. Arrastra sus pies ancianos, que siguen el compás del bandoneón, Una de sus manos aprieta su cintura y la otra señala el techo. Recuerdos nunca olvidados le tanguean en la memoria y en el alma…
Un foco azulado alumbra la escena. El viejo bandoneón, modula su añejo pentagrama, lamento de tiempo. ¡Que seductora y original resulta esa música! Suena a llanto y sin embargo llena los poros con sabor a placer !
El aplauso unánime, no la despierta de su sueño feliz.
jueves, 28 de diciembre de 2006
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